martes, 24 de mayo de 2011

Capítulo 7.- ¿Por qué si la vida me da limones, me empeño en hacer naranjada?

El lunes por la mañana estaba nerviosa. En poco tiempo me encontraría con Martin y seguro intentaría hacer algo como besarme, o lo que fuese, y seguro yo estaría dispuesta a devolverle el beso en el momento en que él me tocara por el simple hecho de que la sensación que me producía su cálida piel era eléctrica, irresistible.
Sería difícil lidiar con eso si él insistía, pero si no lo hacía solo sería cuestión de ignorar la sensación cada vez que lo tocara.
Al menos tenía a la voz de la sensatez para ayudar a controlarme si era necesario. Solo hacía falta que me recordara una palabra: Alex.
Salí del baño y me vestí con una camisa blanca de manga de tres cuartos, de cuello en “v” y un pescador de mezclilla azul oscuro. También me puse los tenis negros que usé el primer día.
Al momento de salir de la casa me temblaban las piernas. Me sentía como si estuviera a punto de cantar en público, ya que es una característica mía tener ataques de pánico escénico.
Respiré hondo al dar la vuelta en la esquina cerré los ojos. Luego los abrí y lo vi sentado, esperándome. Se paró de donde estaba y se acerco a mí con los brazos abiertos y sonriendo, como si fuera a abrazarme…
y así lo hizo.
Me abrazó la cintura y me besó con ternura en los labios, un beso al que yo obviamente correspondí. Sentí un temblor en mi estomago, como el cosquilleo de la electricidad entre nosotros.
No pude contenerme y le abracé el cuello mientras lo besaba con más fuerza. Él respondió a mi intensidad.
Alex. Me dijo la voz.
Usé toda mi concentración y dejé de besarlo.
Cuando me detuve él me miró a los ojos y acarició mi cara.
—No creo que puedas imaginarte lo feliz que estoy—me dijo con un tono contenido, por la emoción que lo embargaba—. Todo el fin de semana estuve tratando de convencerme de que en verdad había pasado lo que paso, pero contigo aquí, entre mis brazos, todo es más fácil de recordar.
—Martin, tengo que decirte algo—le dije desviando la mirada.
—¿Qué cosa?—me dijo preocupado ante mi tono evasivo.
Suspiré.
—Es que creo que deberíamos olvidarnos de esto…
Él volvió a besarme con intensidad y yo volví a devolverle el beso. Sabía cual era mi punto débil.
Toqué su abdomen, deseosa. Al sentirlo él me apretó más la cintura.
¡Alex, Alex, Alex!
Lo besé tres segundos más antes de detenerme a hacerle caso a la voz. Pero en lugar de detenerse cuando yo lo hice, bajo la dirección de sus labios y  besó mi cuello.
—¡Martin, estamos en la calle!—le dije para que parara, a pesar de que mi brazos en su cuello decían algo totalmente distinto—¡Deja de besarme!
Él se detuvo y me miró a los ojos de nuevo, luego se acercó.
—¿Aún quieres olvidar lo que pasó entre nosotros el viernes?—me preguntó acariciando mis labios con los suyos.
Lo besé una vez más y él me devolvió el beso.
¿Para qué me quieres si vas a hacer lo que se te pegue en gana? Preguntó la voz de la sensatez con desesperación.
No puedo evitarlo… Me excusé conmigo misma.
—Sí, sí quiero olvidarlo—le dije, cuando al fin me concentré un momento en el punto importante del asunto.
—Yo sé que no quieres—susurró en mi oído de forma provocativa.
—Sí quiero—le dije con voz temblorosa, insegura.
Él se rió de mí.
—Huy sí, se nota que quieres olvidarlo—dijo con voz divertida, besándome debajo de la oreja.
—Martin, no quiero lastimarte. Por eso es mejor que lo olvidemos. No lo hagas por mí, hazlo por ti—le dije con voz suplicante.
—No hay ningún dolor que justifique que me pierda esto—dijo mientras me besaba de nuevo.
Suspiré mientras me rendía entre sus brazos.
—Pero ¿y Alex?—pregunté con culpa cuando nos sentamos a esperar el autobús.
—Alice, olvídate de él—dijo mientras tocaba mi cara.
—No puedo—dije cerrando los ojos, como si me doliera solo de pensarlo. De hecho así era, me dolía el solo hecho de pensar en olvidarme de Alex—. Martin, escúchame. Desearía poder corresponderte, pero yo no mando a mi corazón.
—Yo creo que no lo estas escuchando bien—dijo él tocando la punta de mi nariz con su dedo índice—. Te diré porque pienso eso…
”Lo pienso porque yo no puedo contenerme cada vez que nos besamos, y lo cierto es que tú tampoco ¿o lo vas a negar?—me preguntó alzando una ceja.
—De forma lamentable mi autocontrol no es suficiente—le dije frunciendo la boca—, pero eso es solo porque tu insistes. Si dejaras de besarme y yo de devolverte los besos, podríamos tener una amistad perfectamente normal.
—Contigo jamás podría solo tener una amistad—me dijo guiñando un ojo.
—Martin, al menos déjame elegir. Yo no quiero tener una relación que no sea exclusivamente de amistad contigo ¿sí?
—Pero…—empezó a decir, así que lo interrumpí.
—¿Por favor?
—¿Es que acaso tú no sientes la electricidad cada vez que nos tocamos?—dijo tocándome la mano.
—Sí lo siento, pero no soy la persona correcta.
—Alice…
—Martin, yo también te deseo. Sí, lo admito. Pero el deseo no es amor.
—Pero yo sí te amo—dijo mirando nuestras manos.
—¿Cómo puedes decir eso si apenas nos conocimos?—le dije con media sonrisa.
—Porque jamás había sentido esto—tocó su corazón con la mano libre—. Desde el primer día que te vi sentí como se agitaba casi a la velocidad de la luz, y créeme que yo tampoco creía en el amor a primera vista.
—Solo es gusto, yo sentí lo mismo cuando nos besamos, pero es gusto y nada más. Para amar se necesita más tiempo.
Suspiró.
—Alice, ya me han gustado otras chicas, pero esto es diferente.
—Perdóname—dije dando por terminada la conversación.
—Te advierto que no dejaré de intentarlo—me dijo sin soltar mi mano.
—Y yo te advierto que el plan de los celos sigue en marcha…




—Alice—dijo Austin cuando entré al salón en compañía de Martin, como siempre—¿trajiste el material del proyecto?
—Sí, tranquilo. ¿Y tú estudiaste tu parte?—le pregunté alzando las cejas a la expectativa.
Asintió.
—Perfecto—le dije sonriendo como si estuviera orgullosa de su trabajo.
—Eh… sip—dijo él sacudiendo la cabeza, como si estuviera deslumbrado.
Nos sentamos en nuestros respectivos lugares y yo me puse el iPod, tal como había hecho el primer día para intentar aislarme de mis compañeros, bueno… más bien de Martin.
Me recosté en la mesa. No había dormido nada bien por estar pensando en lo malo qué sería el día de hoy, pero lo cierto es que Martin actuaba como siempre había actuado, viéndome todo el tiempo y de la manera incómoda que yo recordaba, la diferencia era que yo lo veía todo con nuevos ojos.
Yo le devolví la mirada, atrapándolo con el poder de mis ojos, aunque no sabía exactamente que quería mostrarle, si terror o ternura, así que decidí alternarlos cada pocos segundo y su expresión pareció corresponder con mis miradas hasta que después de cinco minutos me eché a reír y él rió conmigo.
Me reí por la estúpida forma en que su rostro cambiaba repentinamente cada vez que yo quería.
Fue tan fuerte la explosión de carcajadas que todo la clase volteó a mirarnos.
—¿De que se ríen?—preguntó Irving alzando una ceja.
—Es que…—intenté explicarle pero no pude dejar de reírme. Así que miró a Martin para que él le explicara.
—Es que Alice… es… es que ella…—pero él tampoco pudo dejar de reírse y de golpear la mesa.
Estuvimos así como cinco minutos.
—¿Podrían contarle el chiste al salón?—preguntó repentinamente el profesor Hurley.
No me había dado cuenta de que estaba ahí porque estuve viendo a Martin y él estuvo viéndome a mí, así que al parecer, por su cara de espanto tampoco él se había dado cuenta.
Nos callamos repentinamente.
—¿Y bien?—dijo el profesor.
—Es… es que no era una chiste—dije mirando al suelo.
—¿Entonces qué es tan gracioso?—preguntó el profesor de forma severa.
—Es que Alice se me quedó viendo a los ojos—explicó Martin con sinceridad—, pero ella puede hacer que me aterre o que me de ternura según lo que quiera mostrarme—dijo con una sonrisa—, entonces se me quedó viendo primero con enojo y luego con ternura cambiando repetidas veces y después de cinco minutos nos empezamos a reír porque mi cara cambiaba según lo que ella quería.
”En pocas palabras nos reímos de mi debilidad ante sus tonterías—concluyó con una risita.
El profesor nos miró con curiosidad.
—No entendí muy bien… pero, por favor, presten atención a la clase—dijo y luego volteó hacía el pizarrón y continuó explicando algo sobre la época victoriana de 1845, o algo así.
Martin me miro y frunció la boca, conteniendo una sonrisa. Yo también sonreí y me puse un dedo en los labios para indicarle que guardara silencio.

Al llegar el descanso, Austin se nos unió a Martin y a mí en nuestro camino hacia el lugar del patio donde nos reuníamos con Alex.
—¿Qué hay chicos?—preguntó Austin cuando tomamos asiento junto a Alex y Helen en el pasto.
Debido a la reciente expansión de nuestro grupo para desayunar, los lugares fueron… reasignados, por decirlo de alguna forma.
Ahora Martin se sentaba a mi derecha, Alex a mi izquierda, Austin en frente de mí y Helen… digamos que junto a Alex y Austin como en la esquina del cuadrado.
Debía admitir que esa situación me gustaba. Estaba cosechando lo que había sembrado. Gracias karma…
Aunque fueran buenas noticias departe del universo, era al mismo tiempo un poco incomodo tener a tres chicos que peleaban por mí y era muchísimo peor si tomábamos en cuenta que las únicas chicas de la escuela que me dirigían la palabra eran Nat y Greta, ya que ni siquiera Hana se dignaba a hablarme.
Quizá el karma también me está haciendo una mala jugada…
—Hola, Austin—lo saludó Helen.
—Hola—le dijo Alex de forma amistosa.
—¿Qué hicieron el fin de semana?—preguntó mientras comía un poco de su enorme baguette.
—Yo me la pasé en casa con mi hermana jugando un videojuego de batallas—dijo Alex sonriendo—. Quedamos empatados, pero le ganaré a la próxima.
—No creo que puedas ganarle. Samantha siempre te ha hecho papilla en videojuegos—le dije riéndome.
—Ya no más, Al, ahora voy a ganarle. Oh sí, ya lo verás—dijo de forma graciosa, como si fuera un villano tramando su ingenioso plan.
Me reí de él.
—¿Y tú, Helen?—le preguntó Austin después de que terminé de reírme.
—Pues, estuve viendo tele—dijo de forma indiferente.
Austin se encogió de hombros y luego me miró a forma de pregunta.
—Yo me desperté hasta las dos de la tarde el sábado, después de un sueño rarísimo—dije con la mirada pérdida, recordando mis detalles sucios—y después lavé la ropa.
—¿En serio? ¿Un sueño rarísimo?—preguntó Alex alzando las cejas.
—Sip—dije sonriendo.
—Yo también me desperté tarde el sábado, y de hecho también tuve un sueño muy raro—dijo desviando la mirada y sonrojándose.
—Pues cuéntennos sus sueños—dijo Martin.
—Hm… El mío es privado—dije riéndome estúpidamente a causa del recuerdo.
—El mío también…—dijo Alex riendo como yo.
¿Será posible que haya soñado lo mismo?
Martin me miró con sospecha.
—¿Y tú, Martin?—preguntó Austin sin dejar fuera a nadie. Me caía muy bien por el hecho de que fuera tan amable.
—Mi fin de semana fue aburridísimo, pero el viernes fue francamente de lo mejor.
—Pero el viernes estuvimos haciendo el trabajo de inglés—dijo Austin sorprendido alzando las cejas.
—Digamos que después de que te fueras y antes de que llegaras me divertí un poco, bueno… la verdad bastante—dijo sonriendo y mirando al cielo, mientras se dejaba caer hacia atrás en el césped.
—¿Qué fue lo que hiciste?—le preguntó Alex frunciendo el ceño ante la expresión tan liberada de Martin.
Martin me miró y yo lo vi con la mirada furibunda. Él se asustó.
—Pues… es privado, como sus sueños, aunque pronto haré que Alice me cuente el suyo—les dijo a todos aunque solo me miró a mí y me guiñó un ojo.
—Si le cuentas a él me tienes que contar a mí—dijo Alex en tono posesivo.
—No le voy a contar a nadie mi sueño—les dije a ambos mirándolos con los ojos aterradores.
En Martin hizo efecto, pero Alex ya me conocía.
—A mí no me engañan esos ojitos aterradores—dijo y se acerco a pellizcarme la mejilla como una niña pequeña.
Lo miré lo más feo que pude pero después me rendí. Contra su conocimiento sobre mí no tendría oportunidad.
—Si le cuentas, me vas a tener que contar—me dijo Martin echándose a reír porque entre ambos me estaban poniendo entre la espada y la pared.
—No le voy a contar a ninguno—les dije cruzando los brazos sobre el pecho.
—Pues a mí estoy seguro de que si me contaras…—dijo Martin con aire provocador y con una media sonrisa.
—Y yo estoy seguro de que a mí también…—concluyó Alex.
—Y yo no me voy a quedar atrás—dijo Austin metiéndose en la plática, pero mi mirada funcionó en seguida con él—. Bueno aunque no es mi asunto realmente—se apresuró a decir.
—¿Ven? ¿Por qué no pueden actuar como Austin?—les dije elogiando a mi amigo.
—No—dijeron Alex y Martin al mismo tiempo, así que se miraron con sorpresa y luego se echaron a reír y chocaron palmas.
Yo me toqué el puente de la nariz con los dedos y negué con la cabeza como signo de reprobación.
—Actúan como inmaduros con Alice—dijo Helen, defendiéndome—. ¿Por qué no simplemente la dejan en paz?
Me quedé con la boca abierta. Helen me estaba defendiendo a ; pero no fui la única que se quedo con la boca abierta, también Martin se le quedó viendo con cara de sorpresa.
—Pues, porque es importante para mí que me cuente todo acerca de ella, ya que yo siempre le cuento lo referente a mi vida—dijo Alex como quien no quiere la cosa.
—Ah… ya veo—le respondió de forma sarcástica y luego le preguntó a Martin—. ¿Y tú, Martin?
Abrió la boca para contestar pero no hablo, así que cerró la boca, mirando a Helen confundido. Después me miró con cara de “¿Qué le digo?” y yo le respondí con cara de “No tengo la más mínima idea”. Él se encogió de hombros y me miró con cara de “Le voy a decir la verdad”, entonces me llevé la mano a la frente y lo mire con cara de “Ya qué”.
—Pues… el asunto es que a mí me interesa saber lo que sueña Alice porque… ella me gusta—les dijo mirándome.
Yo lo miré con cara preocupada y después miré a Alex y a todos los demás. Estaban con la boca abierta.
—¿Qué? ¿Te gusta… te gusta… te… Alice?—le preguntó Alex a Martin tartamudeando. Como no obtuvo respuesta de Martin me volteó a ver a mí—¿Le gustas a este… a este… a… tú… él… eh?—me preguntó con el tic del ojo derecho que le daba cada vez que estaba, o muy enojado o muy nervioso o de plano cuando estaba en estado de shock—¿Lo sabías?
Asentí con mucha cautela.
Susurró algo que no entendió nadie.
—¿Qué?—preguntamos todos a la vez que nos acercábamos.
—¡Lo voy a matar!—gritó y se paró de su lugar, lanzándose hacía donde estaba Martin.
—¡Alex! ¿Cuál es tu problema?—le preguntó Helen frenándolo mientras lo tomaba de la mano.
—¡Pues que no le puede gustar Alice!—gritó furioso.
—¿Por qué?—preguntó Martin a un metro de distancia, también algo molesto por su reacción. Yo solo los miraba con ojos muy abiertos por la sorpresa de su reacción.
—¡Porque…! Porque…—dijo mirando al suelo inseguro por un momento, luego miró a Helen—Porque… Alice… ella… ella es como mi hermanita y no puedo permitir que un patán abuse de ella.
—Martin no es ningún patán, Alex. Tranquilízate—le dije para que se calmara. Esto había llegado muy lejos.
—Está bien—dijo después de un momento—, creo que exageré un poco.
—¿Un poco?—preguntó Martin con sarcasmo.
Alex le lanzó una mirada casi tan aterradora como las mías a Martin, pero Martin no se inmutó y en lugar de intimidarse, como pasaba con mis miradas, le devolvió una mirada tan fiera como la que Alex le lanzaba.
—Alex, estas reaccionando como si fueras novio de Alice—dijo Helen muy molesta.
—No Helen, es solo que la quiero mucho y suelo ser sobre-protector con ella—le explicó a Helen mientras la abrazaba y después me abrazó a mí.
—Hermano, te pusiste muy mal—dijo Austin frunciendo la boca preocupado.
—Lo sé pero, es que Alice es muy especial para mí—dijo frunciendo la boca mientras me veía y después me alborotó el cabello, como siempre lo hacía.
—Sabes, Alex, también lo es para mí. No deberías ponerte así solo porque me guste, además créeme que no soy el único—le dijo Martin mientras se acercaba.
Alex lo miró con gesto de disculpa.
—Perdón, hermano, sobreactué—le dijo Alex a Martin.
—Sí, pero la quieres demasiado. Debí tener más tacto—le dijo Martin excusándose.
—Hola, sigo aquí—les dije de forma sarcástica mientras hacía señitas con las manos para que me notaran.
Se rieron de mí.
Me alegraba un poco que fueran amigos, pero a la vez me preocupaba.
—Tengo que conversar contigo de algo importante después—dijo Alex torciendo la boca.
—¿De qué se trata?—le preguntó Martin, ligeramente a la defensiva.
—Mejor a solas—le dijo Alex señalándome a mi y a Helen con la vista.
—Claro—dijo Martin—. ¿A la salida?
—Perfecto—le contestó Alex.
Yo solo los miré con aprensión.

No era mi estilo quedarme mucho tiempo en la escuela después de que terminaran las clases, pero no podía dejar de pensar en lo que estarían hablando Alex y Martin, así que decidí esperar a Martin para tomar el autobús y a él, por supuesto, no le disgustó para nada que lo esperara.
Tardó solo veinte minutos en la plática que tubo con Alex aunque a mí sinceramente se me hizo eterno.
—Y… ¿de qué hablaron?—le pregunté como si casi no me importara.
—No, no, no… primero me tienes que decir cuál fue tu sueño—me condicionó.
Lo miré, primero confundida, porque sinceramente ya lo había olvidado con todo lo que había pasado hoy, y luego enojada, porque no era justo.
—Martin, no es justo—le dije cruzando los brazos sobre mi pecho, enfurruñándome.
—Exacto, precisamente porque no es justo que te de información sin recibir nada a cambio, quiero que primero me digas cuál fue tu sueño y luego yo te digo de que hablamos—me dijo mientras me guiñaba el ojo.
Lo miré con ojitos tiernos, y primero se quedó hipnotizado, pero luego sacudió la cabeza y miró hacía adelante.
—Ah, no. No permitiré que me controles a tu antojo, señorita—dijo mientras sonreía.
Tenía que idear una táctica, así que me acerque a él pegué mis labios a su oído sin tocarlo.
—¿Por favor?—susurré con voz tierna.
Él se estremeció al sentir mi aliento, pero sacudió la cabeza.
—No seas malo conmigo—dije, soltando mi aliento en su cuello. Tenía que dar resultado.
—No—dijo con voz insegura y temblorosa.
—Martin, no puedo creer como te comportas conmigo—le dije aún con mis labios casi tocando su cuello.
—No te lo diré si no me cuentas tu sueño y esa es mi última palabra—dijo cruzando, ahora él, sus brazos sobre su pecho.
Suspiré.
—Supongo que nunca me voy a enterar—le dije mirando por la ventana.
—Si así lo quieres—dijo él, invirtiendo mi jugada.
Resoplé disgustada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por compartir tu opinión :D