miércoles, 20 de abril de 2011

Capítulo 4.- A veces uno se da cuenta de que su situación no es tan terrible...


Me desperté a las ocho de la mañana. Estaba ansiosa porque Rachel llegaría pronto.
Desayuné, en compañía de mi madre.
—Ah… mamá, por cierto ¿si recuerdas que dentro de un rato llegará Rachel?
—¿Aja?—me dijo mientras tomaba un trago de jugo de naranja.
—Bueno, es que planeábamos salir—le dije, insegura sobre lo que me preguntaría.
—¿A dónde piensan ir?—me dijo tranquila.
—Pues, al cine—dije con indiferencia, tratando de ocultar el nerviosismo de mi voz.
—Hm… ¿Y van a ir ustedes solas?—¿Por qué tiene que preguntarme eso? Pensé.
—No, de hecho un chico de mi escuela que conoce a Rachel nos invitó—mentí.
—¿Y tú lo conoces?—me preguntó.
—Sí… va en el mismo salón que yo.
—¿A qué hora salen?
—A las ocho.
—Está bien—dijo después de pensarlo un momento—. Solo cuídate mucho.
Suspiré. Lo peligroso había pasado ya… En ese momento sonó el timbre. Me levanté de la mesa y puse mi cuchara y mi plato en el fregadero. Fui a abrir la puerta.
—¡Hola!—me dijo Rachel mientras me abrazaba—¡Te he extrañado mucho, mucho, mucho, mucho, muchoooo…!
Le devolví el abrazo, sonriendo. Había extrañado tenerla en persona y platicar durante los recesos de la escuela.
—¡Yo también! Hay tantas cosas que tengo que contarte…
—Sí pero, primero al cuarto. Como en los viejos tiempos—dijo, después me tomó de la mano y me llevo directo al cuarto.
Al pasar por el comedor saludó a mi mamá.
—Hola, Rebeca—le dijo mientras se acercaba para darle un beso en la mejilla—. Ya me tienes de nuevo aquí molestando.
—Para nada Rachel, te hemos extrañado un montón.
Rachel sonrió y después se despidió con la mano, luego reanudó su marcha escaleras arriba. Cuando llegamos a mi cuarto cerró la puerta y dijo:
—Ahora sí, cuéntamelo toooodoooo… Con lujo de detalles.
Le platiqué lo que me había pasado con los chicos de la escuela y lo mucho que me fastidiaba tener tantos “admiradores”, sobre cómo estaba marchando el plan de “poner celoso a Alex” que al parecer estaba dando resultado, sobre lo que sentía tanto por Alex como por Martin—esta fue una pregunta que respondí a petición de ella—y sobre cómo estaba sobrellevando estar con Alex y Helen todos los días durante el descanso.
Y después ella me contó sobre sus posibles novios, como eran sus profesores, que le gustaba y que no de su nueva escuela, sus nuevos amigos, los chicos que no le caían muy bien, su relación con su hermano y sobre uno de sus amigos, que le gustaba.
Nos reímos tanto que el tiempo pasó volando y cuando me fijé en el reloj ya eran las seis de la tarde.
—Ya casi es la hora, voy a tomar un baño y vengo en seguida—le dije a Rachel.
—Claro. Cuando tú salgas yo ya me habré arreglado—dijo mientras prendía la tele de mi cuarto y después señalo su maleta de ropa y me guiño un ojo. Ella era experta en cambiarse el look y además sabía que yo tardaba horas bañándome. La tele solo la prendía porque le gustaba el bullicio que hacía, no porque la fuera a ver realmente.
Sonreí. Salí del cuarto y fui al baño.
Me di cuenta de que me sentía muy nerviosa por las posibilidades.
Las posibilidades…
Tampoco es que estuviera emocionada por la disque-cita, si no más bien nerviosa por lo que diría Martin al ver que hice trampa para no estar a solas con él.
Suspiré. No me gustaba hacer tormentas en vasos de agua y lo que estaba haciendo ahora era exactamente eso. Me aclaré la mente mientras me bañaba y pensé en que era lo que realmente me preocupaba, o sea, la verdadera situación que mereciera que yo estuviera nerviosa. Me sorprendí al ver que realmente no tenía porque estarlo.
No tenía porque estarlo: Primero, porque Martin no me gustaba, así que no había porque estar nerviosa en cuanto a ese aspecto. Segundo, realmente no me iba a hacer nada por haber invitado a Rachel. Y tres, en caso de que sí me reclamara, él no tenía porque quejarse de nada, ya que, en todo caso, no tenía ningún derecho sobre mí.
Salí del baño y fui a mi cuarto envuelta en una toalla. Cuando llegué vi un conjunto sobre la cama. Estaba precioso y combinado con ropa que había en el armario. Miré a Rachel sorprendida por su talento artístico. Jamás hubiera pensado que con la ropa que había en el closet se podía armar algo tan… a la moda y a la vez tan sencillo.
—Rachel, eres una artista—le dije con ojos muy abiertos—. Has visto mucha tele ¿verdad?—adiviné.
Me guiñó un ojo y salió de la habitación para que pudiera vestirme.
La ropa que había puesto sobre la cama eran unos pantalones entubados—mis favoritos—y una blusa de botones sin mangas de color blanco. Debajo de esta iba una playera entallada al cuerpo de manga larga y a rayas horizontales de color blanco y rojo. Los zapatos que había puesto en el suelo eran las zapatillas negras que solo había usado dos veces en mi vida.
Me vestí rápido porque mi baño había tardado más o menos una hora—siempre me tardaba mucho cuando me bañaba, por eso me despertaba tan temprano para ir a la escuela—. Me puse todo tal como lo había dejado en la cama, pero en lugar de ponerme las zapatillas me puse tenis. Me caía con zapatillas y no iba a estar incómoda todo el tiempo que estuviera parada o caminando.
Terminé de vestirme y bajé las escaleras. Rachel se me quedó viendo, observando su obra, luego fijo la vista en mis pies y frunció el ceño. Me miró a los ojos. Le sonreí a modo de disculpa.
—Sabes que no se caminar con zapatillas…
—Alice, tienes casi dieciséis, ya va siendo tiempo de que aprendas.
—Lo haré algún día, lo prometo pero hoy no.
Frunció la boca y después suspiró.
—Me niego, ve a ponerte las zapatillas o sí no…
—¿O sí no?—le reté con media sonrisa.
—O sí no, no iré contigo a la cita con Martin—me dijo triunfal.
—Rachel ¿tanto teatro por unas zapatillas?—le dije molesta.
—Al, te ves muy bien con ellas y vas a ver que poco a poco te acostumbras. A parte quiero que te veas impresionante frente a ese chico—me dijo juntando las manos y con la mirada perdida, como si estuviera imaginando a Romeo y Julieta.
Alcé una ceja.
—¿Y no crees que ese encanto se terminaría si me caigo en un charco mientras camino?
Frunció la boca.
—Bueno, pero mañana te haré practicar.
—Está bien…—dije más tranquila. Eso era más razonable que ir en la cuerda floja por la calle.
—¿Lo prometes?
—Si, lo prometo—dije con voz desganada y entornando los ojos.
—Bueno ¿y no piensas mínimo cepillar tu cabello?
No esperó a mi respuesta y me jaló la mano para llevarme de vuelta al cuarto, donde estaba la maleta que había preparado para la pijamada. La abrió y saco unos productos para alizar el cabello. Trabajó en él como cinco minutos y después hizo que me viera en el espejo de cuerpo entero que estaba cerca de la  puerta del cuarto. Había hecho un milagro…
—Rachel, muchísimas gracias—dije mientras observaba mi cabello, que se veía ondulado, como realmente era, en lugar de todo esponjado y sin forma.
Después me fijé en lo que llevaba puesto Rachel a través del reflejo.
—Oye, Rachel… ¡Wow! No creo que Martin volteé a ver mi ropa si tu llevas eso.
Llevaba unas mallas blancas que le llegaban hasta media pantorrilla, y encima una minifalda. También se había puesto una blusa negra y blanca a rayas—muy parecida a la mía—sin mangas y escotada.
—Gracias—me dijo—, pero yo voy casual y tu elegante—de repente frunció la boca y miró hacía mis pies—. Bueno, ibas…
Me reí. De repente sonó el timbre. Instantáneamente miré el reloj que estaba en la pared del cuarto.
—No creo que sea él, apenas son las siete y media…
—Habrá que ir a ver—dijo Rachel con emoción en la voz.
Me acompañó a abrir la puerta y me sorprendí al ver a Martin ahí, vestido con unos pantalones de mezclilla de corte recto y una camisa blanca de manga larga que se había remangado hasta los codos.
Él me sonrió con ganas.
—Hola—me dijo con su voz seductora, luego miró hacía abajo—, estas preciosa.
Me ruboricé y abrí más la puerta para que pudiera ver a Rachel, que estaba atrás de esta.
Se le abrieron los ojos de golpe.
—Emm… hola—le dijo a Rachel confundido.
Rachel lo saludó con la mano y con una sonrisa. Él me volteo a ver.
—Martin, ella es Rachel, mi mejor amiga—le dije, señalando a Rachel con un gesto de la mano, luego hice lo mismo con Martin—. Y Rachel, este es Martin.
Se estrecharon la mano.
—Encantado de conocerte. ¿Así que a ti es a la que le tengo que agradecer que Alice haya aceptado tener amigos?
—Esa misma.
Puse los ojos en blanco.
—¿Qué haces aquí tan temprano?—le pregunté recordando la hora.
—Es que no quería perder ningún segundo que pudiera estar en tu compañía—dijo ruborizándose ante la presencia de Rachel y de paso avergonzándome a mí.
—Aw… Mi vida, que ternurita—dijo Rachel, haciéndome reír.
Él la miró divertido también. Rachel siempre sabe como romper el hielo, pensé.
—Bueno—dijo Martin volviendo a ser serio—, entonces ¿nos vamos ya?
—Sí, solo le voy a avisar a mamá…
Fui a decirle junto con Rachel, así que hice pasar a Martin a la sala.
—Mamá, ya llegó nuestro amigo—le dije mientras veía la tele.
—OK, cariño. Cuídate mucho—me dijo mientras se levantaba para besar mi mejilla—, tú también Rachel.
—No te preocupes Rebeca.
Mi madre asintió, se acostó en su cama y siguió viendo la tele.
—No lleguen demasiado tarde—nos dijo mientras salíamos de la habitación.
Martin esperaba sentado en el sofá.
—¿Lista?—me preguntó.
Asentí, así que se paró.
—Entonces, vámonos. Hasta luego Rachel—se despidió con un gesto de la mano.
Ella alzó una ceja y sonrió. A él le confundió, ese gesto.
—¿Por qué te despides?—le preguntó Rachel a Martin.
No pude evitar sonreír ante la perplejidad del rostro de Martin. Él me miró frunciendo el ceño.
—¿Qué?—fue lo único que le pudo decir a Rachel. Era tan cómico, al menos desde mi punto de vista, que tuve que aguantar la respiración para no carcajearme.
—Yo voy con ustedes. Martin ¿qué acaso Alice no te avisó?—le preguntó Rachel con fingida sorpresa.
—¿Por qué?—preguntó él decepcionado, tanto que fue casi grosero, pero dudo que a Rachel le hubiera molestado. De hecho creí que se estaba divirtiendo tanto como yo.
—¿No recuerdas que le dijimos a Alex que ella venía con nosotros?—intervine.
—Pero creí que era una mentira—me dijo poniendo cara de perrito, no supe si a propósito o fingiéndola para hacerme cambiar de opinión.
—Pues ya ves… casi no soy mentirosa—le dije, mientras encogía los hombros, poniendo cara de inocencia. Una probada de su propio chocolate.
Resopló y puso los ojos en blanco.
—¿Pero qué tiene de malo?—preguntó Rachel, invirtiéndole un tono enojado a su voz.
—Pues nada… supongo—dijo Martin agachando la mirada en un gesto de rendición. Respiró hondo—. Bueno, no importa si vienes con nosotros, pero ya vámonos o se nos hará tarde para comprar los boletos.
Al salir de la casa nos encontramos con un lujoso auto color negro, lo miré con sorpresa, la cual fue incluso mayor cuando vi a Martin introducir las llaves en la puerta.
—¿Es tu auto?—le pregunté con ojos desorbitados. Rachel tenía exactamente la misma expresión que yo en su rostro.
—Fue mi regalo de cumpleaños—dijo con indiferencia.
—Pero aún no tienes edad para un permiso—le dije confundida.
—No, pero los policías no lo saben—me dijo guiñándome un ojo.
Volteé a ver a Rachel. Ella alzo las cejas como diciéndome “¿Guapo y rico? No está mal”.
Al subir abrió la puerta del copiloto e hizo el asiento hacía adelante para que Rachel pudiera sentarse atrás, luego lo acomodó y yo me senté al frente.
Rachel y yo íbamos contándole animadamente a Martin sobre todas la aventuras divertidas que habíamos vivido juntas desde que nos conocimos. Él se reía con todas las boberías que le contábamos.
Cuando al fin llegamos al cine, Rachel sacó él dinero para comprar su boleto y el mío.
—¿Qué haces?—le preguntó ofendido cuando ella le iba a entregar el dinero a la cajera.
—Pues… pagar nuestros boletos—le contesté yo.
—Guarda tu dinero—ordenó—, esta noche invito yo.
—No es necesario, Martin—le dijo Rachel, que me conocía tan bien, que sabía que eso era lo que yo iba a decir. Entonces adelantó la mano para pagarle a la cajera, pero Martin fue más rápido y le entregó el dinero antes que Rachel.
—¡Martin!—me quejé.
—Por favor, Alice. Puede que Rachel este aquí, pero para mí esto sigue siendo una cita ¿OK?—me ruboricé y desvié la mirada.
—Pues ya qué…—dije enojada. Rachel soltó una risita ante mi expresión tanto de vergüenza como de enojo.
—Bueno, entonces ¿qué hacemos mientras esperamos a que sea la hora de la función?—preguntó Rachel.
—Vamos a hacer fila para comprar las palomitas—dije señalando la dulcería y la larga fila que había. El lugar estaba lleno por ser el primer sábado después de haber empezado clases.
Fuimos a formarnos y nos encontramos con una sorpresa… una desagradable sorpresa.
—¡Alice y Rachel, que gusto verlas!—dijo la fingida voz de sorpresa de Alex.
Me le quedé viendo con una ceja alzada, preguntándole con la cara “¿Qué haces aquí?”. Él señalo a Helen.
—Vinimos a ver una película. No pensamos coincidir con ustedes a la hora de venir.
—¿Y la fiesta de Sam?—le pregunté.
—Decidió ir a dar una vuelta con el grupo de amigos que había invitado a la fiesta, así que vinimos para no desaprovechar el fin de semana—dijo estrechando a Helen con el brazo, pegándola a su costado. Me dio una punzada de desquiciantes celos.
—Ah…—dije decepcionada, porque, a pesar de que Martin me había chantajeado para salir con él, con la excusa de que me había ayudado a evitar a Alex el fin de semana, no había servido de nada.
—¿A qué hora es su función? Es la película Desde hoy y para siempre ¿no? “Nosotros” elegimos la misma—dijo Helen, haciendo un gesto con los dedos para indicar que el nosotros había sido solo Alex.
Me reí un poquito ante ese hecho, porque significaba que el plan de los celos estaba funcionando. Alex se sonrojó un poco.
—Dentro de media hora—dijo Martin con tono amistoso—¿Y la suya?
—¡También!—dijo Alex esperanzado—¿Por qué no entramos juntos?
Abrí los ojos de golpe y miré a Rachel. Ella lo captó al vuelo, pero negó con la cabeza indicándome que no sabía qué hacer.
Lo que me preocupaba era que si entrabamos juntos a una película romántica, lo más probable era que Alex y la zorra terminaran intercambiando saliva, lo cual haría que yo terminará llorando. ¿Cómo le iba a explicar eso a Alex?
—Emm…—dijo Martin, buscando mi mirada. Yo fruncí la boca diciendo que no sabía que decir, o más bien que excusa dar.
—De todas maneras vamos a estar en la misma sala, la única diferencia es que nos vamos a sentar juntos así que… ¿por qué no?—dije con voz temblorosa.
—¿Qué van a llevar?—preguntó la voz del encargado de la dulcería, sobresaltándonos a todos.
—Dos botes de palomitas grandes—dijo Martin—y tres refrescos. ¿Coca?—nos preguntó a Rachel y a mí. Asentimos.
Pagó y después Alex y Helen pidieron lo que ellos iban a llevar.
Entramos a la sala y yo temblaba tanto que tiré unas cuantas palomitas.
—Tranquilízate—me dijo Martin, tomándome de la mano para que no temblara. Alex vio esto y se empezó a ahogar con el refresco. En seguida le solté la mano a Martin y le di palmaditas en la espalda a Alex.
—Estoy bien—dijo cuando logró respirar con normalidad de nuevo.
Sonreí de pronto. Podía hacer esto de dos formas: Una, preocuparme por lo que podía pasar entre la zorra y él. O dos, podía aprovechar la situación para llevar a cabo el plan “poner celoso a Alex”.
Obviamente elegí la segunda opción. También podía salirme el tiro por la culata y verlos besándose, pero eso no me iba a impedir llevar a cabo el plan.
Nos sentamos todos juntos en la última fila, la de hasta arriba. Alex se sentó a mi derecha, Martin a mi izquierda, Rachel a la izquierda de Martin y la zorra a la derecha de Alex.
—Martin—le susurré al oído a mi compañero del crimen—, abrázame.
—¿Qué?—dijo él esperanzado y con una sonrisa extendiéndose por su rostro.
—Es solo para llevar a cabo el plan de los celos—le dije para que no se emocionara demasiado.
—Ah, te refieres al plan de “conquistar a Alice”—me dijo guiñándome un ojo.
—Cada quien lo ve como le convenga—le dije encogiéndome de hombros.
Él lo pensó un segundo y dijo:
—No importa como lo vea, me gusta la idea.
Puse los ojos en blanco.
—Bueno, como sea. Solo espera a que empiece la función. Haz lo típico, ya sabes… durante la parte romántica como que te estiras y me abrazas ¿OK?
—Perfecto—me dijo levantando el pulgar.
Toda nuestra plática se desarrollo en silencio y mientras Alex platicaba con Helen.
—Ya va a comenzar—dijo Rachel para callarnos.
De pronto la sala quedó totalmente a oscuras mientras aparecían los comerciales de antes de la película.
Pude ver de reojo, con la poca luz que emitía la pantalla, como la zorra se le acercaba a Alex y se acurrucaba en su hombro. Él la rodeo con su brazo. No pude evitar que me rodaran unas cuantas lágrimas de dolor por las mejillas.
Martin notó que estaba llorando, así que seco las lágrimas con sus dedos. No noté que Alex se había dado cuenta de que Martin tocaba mi cara hasta que carraspeó.
Volteamos a verlo todos—o sea: Martin, Rachel, la zorra y yo—él nos miró con desaprobación—a Martin y a mí—. Al parecer solo había notado que Martin tocaba mi rostro, no que estaba llorando.
—¿No que esto no era una cita?—nos pregunto entre dientes.
—No lo es—me excusé—, es solo que se me había caído una pestaña y Martin me la quitó de la cara.
—Ah…—dijo Alex avergonzado—Perdón.
Asentí. Luego volteé a ver a Martin y sonreí. Aunque estaba abrazando a Helen, me observaba. Está al pendiente de mí…
Comenzó la película y decidí no voltear a ver en ningún momento a Alex, aunque en la oscuridad lo único que quería hacer era tomarle la mano, abrazarlo, besarlo… Pero si me arriesgaba a si quiera a voltearlo a ver, podía arrepentirme.
No prestaba atención a la película, solo me concentraba en no ver a Alex pero de repente sentí como Martin me abrazaba. Era hora de llevar a cabo el plan. Me acurruque junto a él, pero en ese momento sentí el brazo de Alex junto al mío así que lo puse rígido, pero él no retiro su brazo, en cambió lo puso rígido también y lo pego un poquito más, casi de manera imperceptible.
A estas alturas ya sabía que, al menos, si le gustaba un poquito a Alex.
Pero Martin lo notó, y en lugar de ayudarme a conservar el ligero roce entre Alex y yo, me abrazo más fuerte y me separó de él. Alex sintió que lo rechazaba así que se alejó.
—¡Martin!—me quejé en susurros.
—¿Qué pasa?—preguntó él, haciéndose el inocente.
—No te hagas el que no sabe que pasa—le dije enojada.
—Bueno, perdón. Pero que quieres que haga si veo a la chica de mis sueños coqueteando con un tipo. ¿Que me quede sin hacer nada?
Me ruboricé.
—Dijiste que me ayudarías—le reproche en susurros.
—Lo se—dijo entre dientes—, en serio lo siento.
Resoplé. Me senté correctamente en mi asiento y crucé los brazos sobre mi pecho.
—¿Qué sucede?—preguntó Alex al darse cuenta de que conversábamos.
—Nada—le respondí—. Voy al baño.
Me paré de mi lugar y salí de la sala. Martin me siguió.
—Por favor perdón, Alice, pero… pero estoy seguro de que si me dieras una oportunidad podría hacerte realmente feliz. Solo te pido una oportunidad, por favor—me rogó juntando las manos a modo de suplica—, por favor.
—Martin…
—Solo una…—me interrumpió—¿Es que no te gusto para nada?
—No es eso…
—¿Entonces cuál es el problema?
—Martin—le dije decidida—, tú sabes que yo amo a Alex. No es algo que pueda dejar de hacer de un día para otro. Además, hace solo seis días nos conocimos, es todavía muy pronto.
—¿No crees en el amor a primera vista?
—Nunca me ha pasado…
—¿Y si te diera tiempo?—me preguntó agachando la mirada desesperanzado—¿Entonces existiría una posibilidad?
Suspiré. ¿De verdad es posible que me quiera tanto como dice? Me negué a creerlo. Quizá esta pasando por una etapa de la adolescencia, se comprensiva… me dije a mi misma.
Pensé un segundo en la pregunta que acababa de hacerme. ¿De verdad podía llegar a querer a Martin en la manera en la que quería a Alex? Si le daba tiempo a las cosas, quizá si el tiempo me hacía olvidarme de Alex en caso de que al final no se cumplieran mis deseos ¿podía llegar a tener una relación con Martin?
La posibilidad existía… aunque en ese momento no lo sintiera así.
—Quizá…—fue la respuesta más sincera que pude darle.
—¿En serio? ¿Sí tengo una oportunidad? Quiero decir si te diera tiempo—me dijo con la esperanza reluciendo en sus ojos oscuros.
—Es posible, pero es muy poco probable, porque a estas alturas, ya estoy segura de que sí le gusto a Alex, aunque sea un poquito.
—Con que sea posible me basta, yo me hare cargo del resto. Además, tú le gustas a todos…—dijo con una sonrisa renovada en su rostro.
Puse los ojos en blanco. Este chico es imposible…
—Bueno, como quieras. Solo dime si seguirás ayudándome con el plan. Si decides no hacerlo debido a tu situación sentimental, lo entenderé perfectamente.
—Por supuesto que te seguiré ayudando, recuerda que yo también tengo un plan en marcha—me dijo guiñándome un ojo.
—Perfecto—dije, entonces me di la vuelta para volver a la sala.
—¿Por qué tardaron tanto?—dijo Alex con cinismo cuando volvimos a la sala.
Alcancé a ver la cara de irritación de Helen ante el tono posesivo que empleaba Alex. Reprimí las ganas de sonreír.
—Pero si no hemos tardado ni cinco minutos—dije con tono inocente e inclinando la cabeza para verme tierna.
Él resopló, claramente molesto, y se acomodó en su asiento con los brazos cruzados sobre el pecho. Me reí bajito. Después me acomodé de nuevo en los brazos de Martin.
Empecé a ver la película. Luego me percaté de que Alex me observaba, no porque lo hubiera visto, simplemente sentía su mirada, así que me aproveche de este hecho me pegué más a Martin, quién  al sentir como me pegaba, inclinó la cabeza, así que quedó pegando su mejilla a la parte izquierda de mi frente, porque estaba más alto que yo.
Pude escuchar como la respiración de Alex se agitaba y sonreí.
Me sentía contrariada entre los brazos de Martin: cómoda, sobre todo porque mi plan estaba dando resultado y en parte porque hacía muchísimo frío en la sala—miré a Rachel un momento, preocupada porque estuviera pasando frío, pero ella había llevado una chamarra. Era más precavida que yo—e incómoda, porque estaba  jugando con los sentimientos de un chico que posiblemente me quisiera.
Decidí concentrarme en la película, ya que estaríamos ahí las dos horas y media que duraba.
Se trataba de lo típico, una pareja de enamorados que tenía muchos obstáculos para estar juntos, pero al final hallaban soluciones a sus problemas y vivían felices para siempre. Ojalá fuera tan fácil…
Al terminar la película me separe de Martin y me paré. Me sentía agarrotada, así que me estiré como si me hubiera acabado de despertar. Todos los demás, es decir, Rachel, Alex, Martin y la zorra, hicieron lo mismo.
Salimos de la sala después de que se vaciara.
—Bueno, supongo que eso es todo—dijo Martin despidiéndose de Alex y Helen—, Nos vemos en la escuela.
—¿Se van juntos?—me preguntó Alex.
—Sip—le contesté.
—Es peligroso que se vayan caminando siendo tan tarde y ustedes solos—dijo preocupado.
—Alex, no eres mucho mayor que nosotros—le dijo Rachel alzando una ceja, creyendo que se refería a nuestra juventud cuando dijo “ustedes solos”.
—Lo sé, pero estando ustedes solas con Martin, si algún patán intentara hacerles algo él no podría protegerlas a las dos—dijo alzando las cejas como si hubiera dicho algo muy importante.
—No nos iremos caminando—le dijo Martin.
—Los taxis son algo caros—dijo torciendo la boca contrariado. ¿A qué viene tanta preocupación?
—Tampoco nos vamos en taxi—le dije poniendo los ojos en blanco.
—Ya es tarde para un autobús…
—Alex, nos iremos en un carro—dijo Rachel, perdiendo la paciencia.
—¿Viene alguien por ustedes?—preguntó confundido.
—No exactamente—le expliqué—, Martin tiene un auto.
Alex y Helen lo miraron con incredulidad.
—¿No tienes quince años?—preguntó ella.
—Sí, pero tengo un permiso especial—le respondió.
Lo miré alzando una ceja.
—No fue eso lo que dijiste hace un rato…—lo acusé.
—Solo me estaba haciendo el interesante—me dijo con una sonrisa burlona.
Entorné los ojos. Típico…
—En ese caso ¿podrían llevarnos?—preguntó Helen—Es que tenemos que estar en casa antes de las doce y son las once y media.
Martin me miró a modo de pregunta. Asentí a regañadientes. No tenía ganas de compartir mi oxígeno con esa zorra, así que mucho menos un auto, pero no podía ser descortés, al menos no enfrente de Alex.
—Claro—dijo Martin encogiéndose de hombros.
Nos encaminamos hacía el auto de Martin. Estaba helando afuera, así que me estremecí.
—¿Tienes frío?—me preguntó Martin, pero no espero respuesta, solo me rodeó con su brazo.
—Un poco—admití.
A Alex casi se le salen los ojos de las cuencas cuando vio el abrazo de Martin, después se quito la chamarra.
—Toma, Alice—se apresuró a decir. La zorra destiló ponzoña con la mirada.
—Gracias—le dije mientras la tomaba y me la ponía, pero aún así, después de ponérmela, Martin me volvió a rodear con el brazo. Pude ver como Alex, frustrado, rechinaba los dientes. Casi me reí.
Al llegar al auto de Martin, él desactivo la alarma con un botón de su control. Alex y Helen lo miraron con ojos muy abiertos por la sorpresa.
—¿Ese es tu auto?—le preguntó la zorra, con voz sorprendida.
—Aja—se limitó a contestar Martin.
—¿Tienes un Aston Martin Vanquish?—le preguntó Alex en el mismo tono de voz de la zorra.
—Eso creo—le dijo Martin torciendo un poco la boca—, la verdad casi no se de autos.
—¿Y por qué nunca llevas este bebé a la escuela?—preguntó incrédulo Alex.
—Tengo mis razones—dijo mientras me miraba. Yo desvié la vista, avergonzada.
Abrió la puerta del copiloto e hizo el asiento para adelante, para que pudieran pasar Rachel, Alex y la zorra a la parte de atrás, luego hacía delante para que me sentara.
Nadie hablo durante el trayecto a casa de Alex. Las únicas veces que se rompió el silencio fue para que Alex le indicara la dirección a Martin.
Cuando llegamos a su casa, me baje del auto para que pudieran salir él y Helen.
Una vez que los dejamos, la plática se reanimó.
—¿Vieron la cara de Alex cuando se abrazaron de camino al estacionamiento?—preguntó Rachel muerta de la risa por el recuerdo.
Me uní a sus risas, al igual Martin.
—A mi me encanto cuando abrazo a la zorra en el cine, pero se dio cuenta de que Martin me tocó la cara y nos reclamó que eso no era una cita. Eso significa que a pesar de que abrazaba a la zorra, estaba al pendiente de mi—dije  suspirando de pura autosuficiencia.
—La mejor parte de la noche, fue cuando abracé a Alice en el cine, sin mencionar la cara que puso Alex.
—Esa también fue mi parte favorita—dijo Rachel—. La cara que puso fue más o menos así.
Entonces imitó la cara que había puesto Alex. Abrió mucho los ojos y la boca, haciendo que su ojo izquierdo se cerrara como en un tic nervioso.
Martin y yo nos echamos a reír ante su imitación.
Así pasamos todo el camino. Recordando nuestras partes favoritas de la velada.
Al llegar a mi casa y bajar del auto, Rachel nos dejo solos a Martin y a mí.
—Creo que ahora sí, salgo sobrando—había dicho. La miré entrecerrando los ojos. Me las iba a pagar más tarde.
En cuanto nos quedamos solos se hizo un silencio incómodo.
—Bueno… supongo que nos vemos el lunes en la escuela ¿no?—le dije a Martin, despidiéndome.
—O en el autobús ¿no?—dijo Martin sonriendo.
Entorné los ojos con media sonrisa. Era muy terco, pero en fin.
—Claro—le dije.
Luego se acerco a mí para darme lo que yo pensé que sería un beso en la mejilla, pero de pronto cambió la dirección en que iba su rostro y me besó en los labios con fiereza, entreabriendo un poco la boca.
Me alejé lo más rápido que pude.
—¡Martin!—grité furiosa, luego le di una cachetada con toda la fuerza que pude invertirle a un golpe tan repentino.
Sonó horrible e incluso me dolió la mano.
—¡Ah…!—aulló de dolor.
—Nunca jamás vuelvas a hacer eso—le dije con ojos muy abiertos tanto por la sorpresa como por el enojo.
—Auch…—dijo mientras se tallaba la mejilla donde le había propinado la cachetada—Esta bien, te prometo que no te vuelvo a robar un beso.
—Perfecto—le contesté—, hasta el lunes—luego le cerré la puerta en las narices.
Me quedé recargada en la puerta, escuchándolo.
—La besé…—escuché que decía Martin a través de la puerta—¡Yupi! Auch…
Después escuché como sus pasos se alejaban y luego el motor su carro.
Me toqué los labios. Ese había sido mi primer beso. No fue como esperaba que fuera… Suspiré, ya que yo hubiera querido que ese beso me lo hubiera dado Alex.
Subí las escaleras y entré a mi cuarto. Rachel me esperaba acostada en la cama matrimonial que había en mi recamara. Siempre dormíamos juntas a pesar de que había un cuarto para huéspedes.
—Creí escuchar gritos—dijo confundida, aunque más bien sonó como pregunta.
—Escuchaste bien—le dije algo molesta ante el recuerdo.
Alzó las cejas como diciendo “¿Qué pasó?”.
—Me besó—le dije bajito, pero no me escuchó.
—¿Qué?—dijo al tiempo que ponía una mano detrás de su oreja para acentuar la expresión.
—Me besó—le dije un poco más fuerte pero a regañadientes.
Se quedó con la boca abierta.
—¡NO!—dijo mientras una sonrisa se extendía por su rostro.
—¡SÍ!—le dije mientras entornaba los ojos molesta.
—Cuenta exactamente como fue—ordenó al tiempo que se acomodaba en la cama para sentarse sobre las sabanas con las piernas cruzadas.
Le expliqué como me había robado el beso con todos los detalles que recordaba, aunque lo cierto es que no había demasiado que contar. Todo fue muy rápido.
—No puede ser. ¿Cómo se atreve?—dijo mientras rompía a reír en carcajadas.
—Lo sé—le dije pero sin reírme. Estaba demasiado molesta como para encontrarle el chiste.
—Hay amiga, eres una suertuda—me dijo con un suspiro.
—¿Suertuda?—le pregunté con ojos muy abiertos y una ceja alzada.
—A mi me encantaría que un chico tan guapo como Martin me robara un beso—dijo mordiéndose el labio y abrazando a una almohada.
—Si te gustara alguien más, no te gustaría—le dije entrecerrando los ojos.
—Pues de hecho me gusta alguien más y aún así me gustaría—me dijo guiñándome un ojo.
—Eso es porque tu eres subnormal y yo no—le dije en tono burlón.
—¡Ja-ja-ja, mira quién habla!—me dijo pellizcando mi cachete como si fuera una niña pequeña.
Suspiré. Probablemente tenía razón. Yo era algo rarita, una que se llevaba bien con las personas pero en fin rarita. La mayoría de las veces no era como todos los jóvenes, por lo general pensaba un poco diferente, pero aún así me llevaba bien con la gente. Solo era cuestión de que aceptaran mi forma de pensar y yo siempre acepto todo tipo de opiniones.
—Bueno, ha sido un largo día—le dije a Rachel.
Ella bostezó.
—Si… Ya duérmete, alienígena—me dijo mientras se acomodaba en la cama.
—¿Le avisaste a mamá que llegamos?—le pregunté antes de irme a cambiar de ropa.
—Sip.
—OK, ya duérmete.
Salí de la habitación y apagué la luz. Me dirigí al baño con mi pijama en las manos.
Cuando llegué y empecé a desvestirme me di cuenta de que no le había devuelto la chamarra a Alex.
Había soñado millones de veces con quedarme su chamarra después de una cita. Que él me la prestara para usarla como símbolo de nuestra relación, así como en las películas o en las series de la tele, aunque no pensé que me la quedaría después de una cita tan inesperada y que ni siquiera fuera con él.
La acerque a mi cara e inspiré su aroma. Olía a una combinación de su perfume con el de Martin. Supuse que era porque me había abrazado cuando estábamos en el estacionamiento del cine.
Me irritó pensar en él, así que dejé la chamarra en el suelo junto con el resto de mis ropas y me puse mi pijama. Luego lo recogí todo y volví a mi cuarto.
Dejé todo en el cesto de la ropa sucia a excepción de la chamarra, la cual le iba a devolver a Alex el lunes.
Me acosté junto a Rachel y cerré los ojos, intentando dormir…
A la mañana siguiente me desperté temprano y Rachel no se había levantado aún, así que decidí no despertarla y bajé para desayunar algo de cereal.
Mamá ya estaba despierta y desayunando huevos con tocino.
—Hola, Al ¿Cómo te fue ayer?—me preguntó cuando me vio entrar en la cocina.
—Bien—le dije con indiferencia—¿y a ti?
—Ya sabes, solo vi tele, pero hoy voy a salir.
—Claro. ¿A dónde irás?—le pregunte mientras sacaba un tazón y una cuchara, cereal y leche.
—Saldré con unas amigas a una disco que esta por el boulevard.
—Está bien. Diviértete—le dije—¿A que hora será?
—A las seis pasan por mi para andar paseando y tomar un café, pero a la disco vamos hasta que sean las ocho.
Asentí y me senté a comer con ella.
Terminé de desayunar y me senté a ver la tele en la sala mientras mi mamá leía el periódico. En ese momento, Rachel bajó las escaleras.
—Buenos días, dormilona—la saludé.
—Hola—dijo con una sonrisa.
—¿Dormiste bien, Rachel?—le preguntó mi madre.
—Sip, gracias.
—Vamos, te acompaño a desayunar—dije mientras apagaba la tele y me paraba del sillón—. ¿Qué quieres comer?
—Cereal—me dijo una vez que estuvimos en la cocina.
Le serví un tazón de cereal y me senté con ella.
—Por cierto, no he olvidado que hoy vamos a practicar con las zapatillas—me dijo después de haber comido un poco de cereal.
—Hay, Rache. Que flojera—me quejé.
—Lo prometiste—me regañó.
Suspiré resignada.
—Bueno, bueno, apúrate a comer—le dije para callarla.
—Está bien, mientras más pronto mejor—dijo mientras se metía otra cucharada de cereal a la boca.
Una vez que terminó, subimos a mi habitación. Y practiqué una y otra vez paseando con las zapatillas. Rachel se empeñó en que me pusiera unos libros sobre la cabeza una vez que ya me salía caminar con ellas. Debo admitir que fue divertido.
—Chicas, ya me voy—nos interrumpió mamá—. Llegaron por mí.
—Está bien, adiós—le dije y me acerqué a ella para despedirme con un beso en la mejilla. Luego Rachel hizo lo mismo.
—Diviértete—le dijo Rachel.
—Gracias. Dejé preparados dos sándwiches en la cocina. Bueno, nos vemos—dijo y luego se fue.
—Ya, vamos a comer. Yo creo que ya me sale bastante bien lo de caminar con zapatillas—le dije a Rachel mientras me quitaba las zapatillas y me ponía mis pantuflas.
—¿Ves? Todo es cuestión de práctica—me respondió con una sonrisa.
—Claro, claro. Ya vamos a comer que me muero de hambre.
Después de comer, nos sentamos a ver la tele en la sala. Cuando fueron las ocho de la noche sonó el timbre.
—Esa debe ser mi madre—dijo Rachel viendo el reloj que tenía en su muñeca.
—Ve por tus cosas. Yo le iré a abrir.
Ella subió corriendo las escaleras para ir por su maleta, mientras yo abrí la puerta.
—Buenas noches, Alice. ¿Cómo estás?—me saludo Carina, mientras se acercaba para darme un beso en la mejilla.
—Bien, gracias. ¿Y tú?
—Igual. ¿Ya viene Rachel?
—¡Aquí estoy!—gritó desde la parte más  alejada de la sala.
—¿Lista para irnos?—le preguntó su madre.
—Sip. Hasta pronto, Alice—me dijo y se despidió de mí con un abrazo.
—Hasta pronto, Rachel. Cuídate. Adiós, Carina.
—Adiós, Alice—me respondió su mamá con una sonrisa—. Pásate por allá pronto.
—Seguro. Hasta luego—les dije moviendo la mano mientras se alejaban.
Cerré la puerta una vez que el coche estuvo fuera de mi vista.
Apagué la tele de la sala y subí las escaleras. Seguro mi madre llegaría tarde así que no la esperaría despierta.
Me acosté en mi cama y me estiré. Estaba cansada de haber practicado casi la mitad del día con las zapatillas, pero había valido la pena, según Rachel, ya que ahora las podría usar.
Me levanté y me dirigí al baño. Iba a tomar una ducha antes de dormir.
Mientras me bañaba pensé en lo que haría mañana. ¿Cómo iba a actuar con Martin, después de que me besó?
Actúa normal, me decía la voz loca de mi cabeza, aprovéchalo, esta guapísimo y te sirve para conquistar a Alex…
No, no, no… tienes que dejarle bien en claro que no te gustó para nada lo que hizo y que no quieres que lo vuelva a hacer, me decía la voz de la sensatez.
Decidí combinarlas: actuaría con normalidad, pero también le dejaría claro que nuestra relación era estrictamente de amistad y que no quería que se creyera con tantos derechos.
Terminé de bañarme y me acosté en mi cama. Traté de dormir pero no pude, así que decidí leer un libro. Después de un rato me empezó a dar sueño, así que lo dejé en la mesita de noche. Ajusté el despertador para qué mañana no me despertará tan temprano, pues ya había tomado un baño en la noche. Apagué la lámpara y me quedé profundamente dormida.

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