martes, 19 de abril de 2011

Capítulo 3.- Vamos a ver...

Al día siguiente, después de bañarme fui al vestidor y elegí a conciencia mi ropa, sabiendo que iba a pasar el receso con Alex. Al menos le iba a dar competencia a la zorra.
Era poco lo que tenía, pero elegí una playera azul marino entallada y unos pantalones cortos de mezclilla. Luego de vestirme fui al espejo para ver si podía hacer algo con mi peinado. Definitivamente era una batalla perdida, como lo había sido toda mi vida. Mi cabello siempre ha sido indomable. Lo tenía muy largo. Quizá ya va siendo tiempo de que me lo corte, pensé. Opté por cepillarlo; al menos mientras estuviera húmedo se vería lacio y peinado.
Me despedí de mi madre y camine hacia  la parada del autobús. Era miércoles, el tercer día desde que entre a la prepa.
El miércoles era mi día favorito de la semana porque estaba en medio de todos los demás días. Quien iba a decir que mi día favorita de la semana, sería el primer día de mi sufrimiento.
Al doblar en la esquina, para esperar al autobús, me sorprendió ver a Martin esperándome.
—¿Qué estás haciendo aquí?—le dije con ojos bien abiertos.
—¿Por qué tanta sorpresa?—dijo sonriendo. Era cierto  que era muy guapo, tenía una sonrisa blanca, ojos grandes del color del chocolate, envueltos por pestañas kilométricas y una nariz respingada.
—Más bien ¿por qué tanta tranquilidad? Responde—le exigí.
—Solo quería ir contigo a la escuela.
—Martin ¿puedo hacerte una pregunta?
—Por supuesto, mi dulce Alice—me dijo con inocencia mientras parpadeaba tres veces, haciendo el gesto incluso más tierno.
—¿Vives cerca?—le pregunté, con tono igualmente inocente, pero sin exagerar como él lo estaba haciendo.
—Pues de hecho sí, mi lady—me dijo como si fuera un príncipe dirigiéndose a una princesa. Actuaba demasiado empalagoso y me incomodaba un poco.
—¿Dónde?
—A solo dos cuadras—dijo señalando con el pulgar la dirección.
Alcé las cejas con sorpresa. ¿Cómo podía vivir tan cerca?
—¿Y vives por aquí desde hace mucho  tiempo?—le pregunte intentando descubrir como nunca nos habíamos encontrado.
—Aproximadamente seis años, aunque no puedo explicar como nunca te vi—dijo externando mi duda.
—La verdad, yo tampoco—dije asintiendo. Yo vivía ahí desde que tenía tres años.
Llegó la hora del descanso y Martin me esperó.
—No me esperes, hoy no voy a almorzar con ustedes—le dije sintiéndome algo culpable por no haberle avisado antes.
—¿Por qué?—preguntó alzando una ceja.
—Ayer Alex llamó por teléfono y me convenció de que a partir de hoy pasara los recesos con él y… Helen.
Frunció la boca, pensativo y después dijo:
—¿Y por qué  accediste si lo que quieres es evitarlo?
—Porque precisamente eso es lo que él piensa, que lo estoy evitando y dijo que lo de “pasar tiempo con mis nuevas amigas” no es excusa porque las veo todo el día en el salón, y, lamentablemente, tiene razón—dije agachando la vista.
Se quedó en silencio un momento.
—Pues ni hablar. Supongo que pasaremos los descansos con Alex y la zorra—dijo finalmente.
—Espera un segundo. ¿Dijiste pasaremos?
—Exactamente eso dije ¿o acaso esperas que te deje sola ante la amenaza?
Lo pensé un momento, y la verdad era reconfortante pensar en que no estaría sola, así que accedí.
—Tienes razón, es mejor no estar sola.
Me puse la mochila sobre el hombro y nos encaminamos hacia el patio, pero Alex, en compañía de la zorra, ya me estaba esperando afuera del salón.
—Hola—me dijo mientras me abrazaba y después fijó la vista en mi acompañante—. Y hola a ti también—después me susurró al oído—. ¿Viene con nosotros?
Asentí ligeramente, para que solo Alex notara mi respuesta.
Me miró como acusándome por no haberle dicho, pero terminó por aceptarlo y se presentó.
—Mucho gusto, mi nombre es Alex—le dijo a Martin, mientras extendía su mano para estrechar la de él—y soy el mejor amigo de Alice—esto último lo dijo con un tono excesivamente posesivo, lo que me hizo poner los ojos en blanco.
—Yo soy Martin, y soy solo un amigo—dijo estrechando su mano con una poca más de fuerza de la necesaria.
—Hm… bueno… ¿Qué les parece a todos si me acompañan a la cafetería por mi almuerzo?—dije intentando ignorar el momento incómodo.
Los cuatro nos dirigimos a la cafetería, yo con Alex a mi derecha y Martin a mi izquierda. La zorra venía a la derecha de Alex y se la veía molesta por la falta de atención.
—Así que… ¿desde cuándo son tan amigos?—le preguntó Helen a Martin, con una sonrisa seductora, tratando de echárselo a la bolsa; cosa que Alex nunca nota, pero yo sí, porque ya la conocía.
—Hm… pues desde ayer, creo…—le contestó Martin y luego se echo a reír. ¿Tan poco era el tiempo? A mí me parecían unos cuantos más de días…
—Ya veo—dijo riéndose con él. Era bastante agradable si no se la conocía bien.
Yo compré rápido unas galletas y un refresco. Después nos sentamos en el césped, formando un pequeño cuadrado. Yo y la zorra quedamos de frente y Martin y Alex a mi derecha y a mi izquierda respectivamente.
—Y… ¿qué planes tienen para el sábado?—preguntó Alex. Debo admitir que a mí el hecho de que iba a salir con Martin ya se me había olvidado, así que lo miré para que lo dijera él porque yo no me acordaba.
—Planeaba llevar a Alice al cine—dijo él.
Alex alzó las cejas sorprendido.
—¿Al cine? ¿O sea que es tipo cita?—dijo entrecerrando los ojos receloso.
Antes de que Martin pudiera decir que sí, me le adelanté e inventé una coartada.
—No, para nada, Rachel también viene—dije con nerviosismo. Martin me miró algo enojado.
—Ah, Rachel, ya tiene tiempo que no la veo—dijo Alex con la mirada perdida, recordando.
—Sip…
—Pero, no comprendo que tendría de malo si fuera una cita—dijo Martin, echando perder mi tranquilidad y, de paso, la de Alex.
—¿Qué? ¿Acaso te interesa Alice? Quiero decir… ¿más que como amiga?—preguntó Alex abriendo los ojos.
—Pues de hecho…—comenzó a decir Martin.
—¡No!—grité—Es decir… ¿cómo se te ocurre?
Alex me miró con suspicacia y supe que él sabía que yo sabía que algo se traía este chico.
Maldita sea…
—Podrían disculparnos un minuto. Es que acabo de recordar que dejamos algo sobre una tarea de equipo en el salón—dije para poder hablar a solas con Martin.
—Claro…—dijo la zorra con ligerísimo sarcasmo.
Tomé a Martín por el codo y lo llevé hasta un lugar fuera de la vista de Alex y la zorra.
—¡No les digas que te gusto!—le ordené.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? Si tú ya lo sabes, no tiene caso que el mundo no lo sepa—dijo con tono engreído.
—Martin, sabes perfectamente que me gusta Alex, si piensa que tenemos una relación ¿qué oportunidad tendría yo contra la zorra?
—Alice, te diré algo. No sé si viste su cara cuando pensó que lo que íbamos a tener era una cita. Es obvio que el tipo está celoso.
De repente se me prendió el foco.
—Tienes razón—dije sonriendo—. Quizá esa sea la respuesta…
—¿En qué estás pensando?—dijo Martin con cautela.
Me reí ante mi propia estupidez. ¿Cómo no se me ocurrió antes?
Miles de veces había visto en los programas que pasaban en la televisión, como las chicas que querían que un chico les hiciera caso, conseguían a un amigo para poner celoso al chico. Sé que era una tontería, pero tal y como estaban las cosas, no había nada que perder y sí mucho que podía ganar.
Le expliqué a Martin mi ocurrencia.
—De hecho me gusta la idea—admitió con una sonrisa—. No por el hecho de que se ponga celoso y quizá lo recuperes—explicó—, si no porque vamos a fingir una relación tú y yo—dijo con una sonrisa pícara—. Por algo se empieza…
Puse los ojos en blanco, pero en fin, lo necesitaba.
—Bueno, entonces ¿eso significa que me ayudaras?
—Cuenta conmigo—dijo entusiasmado.
Regresamos a sentarnos con Alex y la zorra y nos tocó ver como se besaban. Me dieron ganas de llorar y de vomitar a la vez.
Al ver la escena, Martin me miró.
—¿Estás bien?—me preguntó.
Asentí con seriedad. Pronto será tuyo, ten paciencia… me dije a mí misma.
Alex nos vio regresar, así que interrumpió el beso y se aclaró la garganta, avergonzado.
—¿Encontraron lo que estaban buscando?—preguntó la zorra.
—Sí, pero resultó que no lo necesitábamos al final—le respondió  Martin.
—Ah… está bien.
—Bueno ¿Y qué película irán a ver?—preguntó Alex después de un corto silencio incómodo.
—Estaba pensando en esa romántica que está de moda… ¿Cómo se llamaba?—dije intentando sonar coqueta y mirando a Martin.
—Creo que te refieres a Desde hoy y para siempre ¿no?—respondió Martin, siguiéndome el jueguito.
—Exacto—le dije sonriendo. Debo admitir que, a pesar no ser buena en las mentiras improvisadas, me sé defender muy bien si las planeó con antelación.
Alex se nos quedó mirando con cara de enfermedad.
—¿Qué tienes, amor?—le preguntó la zorra—¿Te sientes mal? ¿Por qué pones esa cara?
—Por nada—dijo sonriéndole y tocándole el rostro.
Me dio una punzada de celos. Este juego lo pueden jugar dos… pensé.
—Martin, estoy algo cansada. ¿Me permites acostarme en tus piernas? Es que no dormí nada bien.
—Por supuesto—me dijo Martin con entusiasmo, probablemente él no fingía.
Gocé cada segundo que Alex me miró con ojos abiertos como platos, mientras me acomodaba en las piernas de Martin…
Justo en el momento en que yo me acababa de recostar en sus piernas, llegaron unas chicas que iban en nuestro salón.
—¿Nos podemos sentar con ustedes?—pregunto la más alta a Martin. La reconocí, se llamaba Margaret.
Buscó mi mirada a modo de pregunta, y yo me encogí de hombros, entonces miramos a Alex, quién también encogió los hombros.
—Claro—dijo Martin, mientras también se encogía de hombros. Fue algo gracioso.
Las chicas empezaron a parlotear y coquetear con Martin y Alex, así que solo cerré los ojos y me relajé, esperando a que terminara el receso…
Durante la clase de inglés, mientras tomaba notas, Martin se acercó a mi oído.
—Adivina de qué me acabo de enterar—me susurró.
Levanté la vista para mirarlo.
—¿De qué?—le pregunté inclinando la cabeza hacía la izquierda.
—De que le gustas a Austin—dijo mostrándome por debajo de la mesa una nota.
La miré con incredulidad. De verdad me desconcertaba tener tanto éxito entre los chicos, ya que nunca me había pasado. Aparte soy bastante normal. No tengo ojos de algún color bonito, ni un bonito bronceado, ni un cuerpazo, de hecho soy algo plana.
Tomé la nota y la leí. Decía:
¿Es Alice tu chica o me la puedo quedar? Atte. Austin.
En serio no me lo podía creer.
—¿Qué le respondo?—me preguntó Martin.
Lo pensé un segundo. El plan era fingir que éramos algo así como una pareja, pero solo con Alex. Aunque a la vez no convenía dejar cabos sueltos con lo chismosos que eran todos en esta escuela. Decidí dejarlo escoger a él.
—Pon lo que tú quieras—le dije y después seguí tomando nota de la clase.
Alcancé a ver de reojo lo que escribía en la nota:
No es mi chica aún, pero la tengo apartada. Atte. Martin.
La tarde de ese mismo miércoles, Martin me volvió a acompañar a casa en el autobús. Me resultaba difícil estar con él; me incomodaba un poco la situación de gustarle, aunque aún no terminaba de creerlo.
         —¡Ya llegué!—le grité a mi madre cuando abrí la puerta de la casa.
         —Hola, Al—me dijo cuando fui a dejar mi mochila encima del mueble que estaba en el comedor, al lado de la mesa.
         Me senté a comer, eran filetes de carne.
—¿Cómo te fue en tu tercer día de prepa?—me preguntó mientras se sentaba para comer conmigo.
—Bien—le dije después de haberme tragado una porción de carne.
—¿Sigues pasando los recesos con Alex ahora que están en la misma escuela otra vez?
—Sí—le dije con la boca llena, para que no se notara que me dolía hablar de él.
—Que bien…
—Sip, y ¿cómo te fue en el trabajo?—le pregunté para cambiar de tema.
—Oh… ya sabes, aburrido—dijo en tono de queja y entornando los ojos.
—Hm…—fue todo lo que dije, y seguimos comiendo en silencio. Mamá era parlanchina, pero no había mucho de qué hablar. Por lo general me hacía preguntas todo el tiempo, pero sabía que eso me molestaba un poco, así que ya no lo hacía tan a menudo.
Después de comer, subí a mi cuarto a hacer la tarea. Encargaban demasiada, pero en fin, era una buena escuela…
A mi mamá le preocupaba mucho mi educación. Siempre había estado en escuelas particulares. Decía que ya me habría sacado de ese tipo de escuelas desde hace mucho si no las aprovechara, pero la verdad es que siempre había sido sobresaliente en cuanto a calificaciones respecta. No era estudiosa ni mucho menos, pero lo cierto es que no me costaba trabajo tener esas calificaciones.
El único problema conmigo en lo que a la escuela se refería era mi conducta.
Toda mi vida, desde que estaba en primaría había sido parlanchina y traviesa, conducta que había cambiado a partir de lo que me pasó con Alex. Desde entonces me había vuelto más retraída y calmada, aunque de por sí siempre había sido un poco bipolar.
Tenía una explicación para eso, pero era algo rara. Era como tener dos voces en mi cabeza, la que era loca y la que era razonable.
Terminé la tarea aproximadamente a las seis de la tarde, así que me conecté un rato. Chequé el Facebook y el Twitter y descargué algo de música para mi iPod, el cual, por cierto, cargué para el día siguiente.
Esperé a que fueran las ocho, para poder llamar a Rachel—que a esa hora llega de sus clases de ballet—y poder platicarle quien me había llamado la noche anterior y lo que me había pasado hoy.
—¿Hola?—contestó.
—Rachel, soy Alice.
—Ah, hola Al ¿cómo estás?
—Bien ¿y tú?
—Igual.
—Emm… tengo algo que contarte.
—Lo imaginé. Cuéntame.
—Bueno… ¿Recuerdas que ayer te colgué porque tenía una llamada entrante?
—Aja…
—Bueno, pues era Alex.
Hizo un sonido de sorpresa.
—¿Y para que te llamó?
—Para acusarme de que lo estoy evitando.
—Oh-oh… ¿Y qué le dijiste?
—Obviamente lo negué…
—¿Pero cuéntame qué paso? ¿Cómo te lo dijo?
Le expliqué todo lo que había ocurrido, y también el plan al que Martin y yo habíamos llegado. Después de explicarle hubo un momento de silencio mientras analizaba todo lo que acababa de decir.
—O sea que… en pocas palabras… ¿Alex se quejó de que ya casi no pasas tiempo con él, así que te exigió estar con él durante los recesos y Martin se te unió para ayudarte a hacerles frente y, mientras desayunaban, Martin se dio cuenta, según él, de que le gustas a Alex de alguna manera, y que al fingir tener un tipo de relación con él más que como amigos, Alex va a despertar al sentirte perdida en brazos de otro hombre y al mismo tiempo cree que podrá tener una oportunidad contigo, porque, según él, por algo se empieza?
—Lo explicaste un poco más dramáticamente en la parte de “verme perdida en brazos de otro hombre”, pero en pocas palabras… sí.
—Oye ¿y desde cuándo tienes tanto éxito con los chicos?—me preguntó en tono burlón.
—Eso mismo me he preguntado, pero créeme que no es nada bueno. A cada rato me incomodo por comentarios que hacen, o cosas así. A nadie le deseo mi suerte—le dije con tristeza mientras se me desvanecía la voz.
—Hay amiga… pues algunas chicas de verdad desean tu suerte—me reprochó—pero ¿ves? Eso te ganas por ser bonita—me dijo con una risita, sabiendo que me molestaba.
—Pues a quien la quiera se la regalo, bien dicen que uno no sabe lo que desea. Yo lo único que quiero es a Alex.
—Quizá tú tampoco sepas lo que deseas. También dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y tú tienes a un chico guapísimo a tus pies.
—No sabes a ciencia cierta si es guapísimo—le recordé.
—Pero pronto lo conoceré, dime ¿qué día podemos salir?
De repente se me ocurrió algo.
—Pues de hecho, creo que sí lo vas a conocer pronto…
La semana terminó casi volando. Durante las clases me distraía con mis nuevos amigos y durante los descansos Martin y yo llevábamos a cabo el plan de “poner a Alex celoso”, por mi parte, y por la de Martin era el plan de “conquistar a Alice”.
         Antes de que me diera cuenta, había llegado ya el viernes y Martin me recordaba—por quinta vez en el día—que mañana sería nuestra “cita”.
         Metí mi libreta de apuntes en la mochila y me dirigí hacia la salida.
         Subí al autobús y Martin me siguió. Ya se nos había vuelto una costumbre ir y regresar juntos de la escuela, ya que toda la semana Martin me había seguido como perrito faldero.
Llegué a mi casa, le dije a mi madre que no tenía hambre y subí  directo a mi cuarto. Dejé mi mochila en el suelo y me acosté boca arriba. Me puse una almohada en la cara, estaba estresada. Me sentía culpable por no haberle dicho a Martin que Rachel vendría con nosotros, pero seguro se opondría. Pensé que lo mejor sería hacerme tonta y decir que se me había olvidado comentarle. No era algo tan difícil de creer tomando en cuenta que soy algo despistada.
Mejor primero hago la tarea…
Terminé todo lo que tenía pendiente, lo cual me hizo sentirme un poco más relajada. Eran las cuatro de la tarde, no había tardado demasiado haciendo la tarea, así que me acosté y me quedé dormida.
Me desperté y estaba oscuro. Me fije en mi celular para ver la hora, eran las ocho de la noche. Estaba vestida aún con la ropa que usé para la escuela. Prendí la luz y vi que había una nota en la mesita de noche que había al lado de mi cama:
Hija, voy a llegar tarde del trabajo. No me esperes. Te amo.
Mi madre trabajaba dos turnos, de nueve de la mañana a doce del día, y luego de cinco de la tarde a ocho de la tarde, pero a veces llegaba hasta las nueve de la noche.
Suspiré con cansancio. Me quité la ropa y me puse mi pijama. Guardé la libreta y la laptop, porque lo había dejado todo en la cama. Fui a la cocina para servirme un tazón de cereal ya que, como no había comido en la tarde, me sentía hambrienta.
Después de cenar, lavé los trastes que mi madre había ocupado en la tarde y los que ocupé para cenar. Cepillé mis dientes y me acosté temprano. Mañana iba a ser un largo día…

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