lunes, 18 de abril de 2011

Capítulo 2.- ¿No estaría mal tener amigos?

Esa misma noche, hable con Rachel. Platicamos sobre como había sido nuestro primer día de clases.
—No puedo creerlo—me dijo después de que lo comenté lo de Martin—, así de directo es el chico. ¿Qué no tiene vergüenza?
Nos carcajeamos porque sonó como abuelita.
—Y dime—dijo después de habernos calmado—. ¿A ti no te gusta para nada?
—Rachel—le dije en tono de clara desaprobación—, como podría pensar siquiera en eso, si estoy aún suspirando por Alex.
—Hay amiga, no sabes como me duele escuchar eso, me siento terrible por no haber estado contigo hoy…
—No te preocupes, de todas maneras es algo a lo que me tenía que enfrentar sola—se me quebró la voz en la última palabra por la tristeza que me producía el encontrarme literalmente tan sola.
—Pero tampoco es que tengas que estar así. Yo se que no estas bien emocionalmente pero, ese hecho no significa que no puedas empezar de nuevo—me dijo algo insegura, supuse que por la reacción que esperaba que yo tuviera.
—¿A que te refieres?—le pregunté.
—Bueno—prosiguió—, ese chico, Martin ¿es apuesto?
—Rachel…—me empecé a quejar.
—Limítate a contestarme, por favor.
Suspiré.
—No esta mal—admití.
—¿Entonces que te impide tener una relación con él?—preguntó retóricamente.
—Que tengo miedo a salir lastimada…
—Alice, en todo hay riesgos. Que digas eso es como decir que tienes miedo a vivir porque te puedes morir—dijo con serenidad. Yo sabía que tenía razón.
—Pero aún así no pienso en él de esa manera, es muy pronto. Y aparte, aunque duela admitirlo, yo amo a Alex.
—Tampoco digo eso, simplemente no te niegues a ser su amiga ¿si?
Lo pensé un instante y luego contesté.
—Voy a ver.
—OK, eso me basta—dijo mas tranquila—. Y prométeme que vas a hacer amigas.
—Lo prometo—dije a regañadientes.
—Muy bien, ahora ya vete a dormir, que mañana será un largo día.
—Está bien, adiós.
—Adiós, te quiero y cuídate. Por favor haz más amigos.
—Te prometo que lo intentare. También te quiero, nos vemos—le dije, y luego colgué.
Me quedé en la cama, con la luz prendida pensando en lo que acabábamos de hablar.
Es solo que amo a Alex… pensé, mientras intentaba asimilar el hecho de que intentaría tener mas relaciones.
Me quedé viendo el techo de mi habitación un rato sin pensar en nada realmente y después decidí que la mejor decisión la tendría el destino. Así que si al día siguiente, el chico seguía intentando ser amistoso le daría la oportunidad al menos de ser mi amigo.
Lo haré por mí… pensé ya medio dormida.
Al día siguiente, al subirme al autobús hubo una pequeña sorpresa.
—Hola, Alice—me saludó Martin desde uno de los asientos del autobús mientras yo lo miraba con ojos abiertos como platos.
—¿Que haces aquí?—le pregunté atónita.
—Te dije que yo también tomaba este autobús—me dijo, mientras yo tomaba asiento en el lugar más alejado que encontré de él.
Se paró de su lugar y fue a sentarse junto a mí. Suspiré sabiendo que le había prometido a Rachel que al menos intentaría hacer amigos, así que no me quejé.
—¿Cómo es que ayer no te vi aquí?—le pregunté.
—Pues porque ayer mi padre me llevó a la escuela, pero al enterarme de que tú tomabas el autobús, decidí que pasaría las mañanas contigo—dijo sonriendo, yo solo lo miré molesta. Pero me tragué mi enojo.
—Eres muy insistente—le dije—, pero ayer hablé con mi mejor amiga, y le prometí que al menos intentaría hacer amigos.
Me miró con la esperanza asomando por las comisuras de sus labios llenos y perfectos.
—Eso quiere decir que… ¿serás mi amiga?—dijo emocionado. No sabía porque tanta emoción de su parte pero al fin y al cabo no era mi problema.
—Eso significa que intentaré ser tu amiga—dije enfatizando el “intentaré”.
—Que bien, porque tengo algunos planes y ahora que somos amigos, puedo incluirte en ellos.
Puse los ojos en blanco por lo apresurado que era Martin, pero lo hecho, hecho estaba.
Al llegar a la escuela, nos sentamos juntos de nuevo. Y Martin se puso a charlar con Carlos e Irving, alardeando de que ya éramos amigos
—Alice ¿en serio?—me había preguntado Irving.
—Sí, pero he decidido que también voy a ser amiga de ustedes.
Martin me miró entrecerrando los ojos, molesto—supuse que porque había accedido a ser amiga de los otros dos sin ser necesaria tanta insistencia—, mientras Carlos e Irving chocaban palmas.
Empezaron a contar chistes y yo realmente me estaba divirtiendo, hasta que llegó alguien inesperado.
Alex entró al salón y yo me quede mirándolo con ojos muy abiertos, como si hubiera visto un fantasma. Entonces me miró y gritó:
—¡Alice!—mientras me saludaba con la mano desde la puerta.
Le devolví el saludo y él se acercó. Los chicos solo se le quedaron viendo con sorpresa.
—¿Que haces aquí?—le pregunté confundida.
—Vengo a invitarte a una fiesta—me dijo mientras me saludaba con un beso en la mejilla.
—¿Y no podías haber esperado a que fuera el descanso?
—Es que no quería interrumpirte a ti y a tus amigas.
—Ah… Bueno y ¿de que se trata?
Fui consiente de que todas las miradas estaban fijas en nosotros.
—Es que mi hermana cumple 18 años y me permitieron invitar a un par de amigos a la fiesta para no aburrirme, ya sabes…
—Hm… ¿Y cuando es la fiesta?
—Este sábado, yo paso por ti.
—Y supongo que Helen va a ir a la fiesta ¿no?—dije ocultando mis ligeras esperanzas.
—Por supuesto—me dijo sonriente, creyendo que yo lo  decía para no estar sola con él.
Estaba pensando en que excusa darle, pero Martin interrumpió.
—Emm… Disculpa—le dijo Martin a Alex.
Los dos volteamos a verlo con cara de “¿Y a este quien le hablo?”.
—¿Sí?—dijo Alex.
—Es solo que yo ya había invitado a Alice a salir este sábado…
—¿En serio?—le pregunté confundida, y luego capté—Ah… sí, lo del sábado…
Alex me vio con cara de “¿Lo conoces?” y yo lo vi con cara de “Sí, lo conozco y tiene razón”. Entonces torció la boca decepcionado y dijo:
—Entonces supongo que saldremos otro día…
—Perdón en serio, Alex…—le dije aliviada—Discúlpate con Samantha de mi parte ¿quieres?—Samantha era su hermana.
—Por supuesto Al, no hay problema—dijo con la mirada gacha. Se me partió el corazón, pero tenía que hacerlo por mi bien.
Entonces sin más que decir se despidió de mí con un abrazo y se fue. Me sentía agradecida con Martin.
—Gracias—le susurré al odio cuando salió del salón y todos volvieron a sus pláticas—. Te debo una.
—De nada—me dijo con una sonrisa juguetona, a la que correspondí con una tierna de mi cosecha—, entonces él es el mejor amigo ¿eh?
—Sí…
—Me imaginé. Y supongo que Helen es la “zorra”—dijo con un movimiento de los dedos enfatizando la palabra zorra.
Asentí.
—Supongo que algún día me la vas a presentar. Mientras tanto hay que planear que vamos a hacer el sábado.
Alcé una ceja. No habla en serio…
—¿Qué?
—No era solo una coartada Alice, realmente quiero salir contigo el sábado.
—Pero…—empecé a darle una excusa, pero me interrumpió.
—Pero nada. Me debes una ¿recuerdas?
—Me estás chantajeando—lo acusé.
Sonrió travieso y me dijo:
—Esa es mi especialidad.
Me quedé callada, sintiéndome traicionada.
—Entonces, vamos al cine, yo invito. Paso por ti a las ocho. Aunque no salgas iré a tu casa, así que no intentes cancelar.
Lo miré enojadísima, pero sabía que era muy capaz de hacerlo, así que cerré los ojos, respiré hondo y asentí. Era mejor hacerlo planeado y que no espantara a mi madre.
En ese momento llego la profesora Johnson, de geografía…
Como esa profesora no nos había dado clase ayer tuvimos que presentarnos una vez más…
Las siguientes dos clases fueron las de algebra y química, esta última con el profesor Mathew.
Después siguió el temido receso. Hana, Greta y Nat se sentaron conmigo pero esta vez otras dos chicas se nos unieron: Brenda y Leslie.
Nos sentamos en el césped, cerca de las canchas. Un lugar demasiado concurrido, pero las chicas querían ver más “especímenes”.
En el momento en que nos sentamos llegaron Carlos, Irving y, por supuesto, Martin, junto con tres chicos más: Brandon, Oscar y Austin.
Hice cuentas y enseguida supe cuál era el plan. Seis chicas y seis chicos. Era una niñada pero mis compañeras no parecían decepcionadas. Suspiré, sabiendo que si me resistía a pasar el receso con ellos quedaría como aguafiestas.
—Hola, chicas—saludó Martin.
Las chicas sonrieron  y saludaron con las manos. Yo solo lo miré con sarcasmo.
—¿Podemos sentarnos con ustedes?—preguntó, siendo aún la voz del grupo, así que supuse que desde un principio la idea había sido suya.
—Si quieren—dijo Greta, después de haber dado una inspección a las caras de las chicas para ver si estaban de acuerdo. Como si no lo supiera.
Martin se sentó junto a mi, supongo que le divertía ver mi cara de fastidió cada vez que se me acercaba.
Empezaron a conversar y de pronto escuché que decían mi nombre. Puse más atención y vi que era Hana. Estaba conversando con un chico, era Austin. Él había preguntado si sabía quien era el chico que me fue a ver en la mañana.
¡Que metiches son todos en esta escuela!
Decidí no prestar atención, solo me preocuparía por cosas innecesarias. Así que me concentré en mi comida. Le di una mordida a mi sándwich y sentí que alguien me observaba. Volteé la cabeza para ver de quien se trataba, pero no era quien… eran quienes.
Unos chicos de segundo me observaban y eso me puso ansiosa. Quería que ya terminara el descanso, pero, como siempre me pasaba, mientras más lo deseé más se estiró el tiempo.
—¿Estás bien?—preguntó Martin al ver que me estaba poniendo nerviosa.
—Sí—le mentí.
—No me parece—dijo, y siguió la dirección de mi mirada—. ¿Por qué te observan?
—Créeme que no tengo ni la más mínima idea.
Los observó un momento y luego sonrió.
—¿De que te ríes?—le pregunte alzando una ceja.
—De que ya se porque te miran—dijo con una pequeña carcajada.
—¿Por qué?—dije con ojos muy abiertos. ¿Cómo podía saberlo?
—¿Me prometes que no te enojas conmigo?—preguntó con cautela.
—¡Les dijiste!—lo acusé.
—¡No!—me miró enojado por mi acusación. Al parecer él no era el único que sacaba conclusiones exageradas.
—¿Entonces?
—Promételo—ordenó.
—Está bien, lo prometo.
—Pues porque eres muy hermosa—dijo con una sonrisa enorme.
—Habla en serio—le dije entrecerrando los ojos.
—Es en serio, Alice, conozco esa cara de estupefacción.
Lo mandé a volar y seguí comiendo.
Al terminar la última clase, me dirigí rápido al baño, para ver si perdía de vista a Martin, o mejor dicho para ver si él me perdía de vista a mí.
—¿Tratando de esconderte de mí?—me dijo cuándo salí del baño.
Puse los ojos en blanco y fui a la parada del autobús, él me siguió.
—Ya, en serio ¿por qué me sigues?
—¿Quieres la verdad?—preguntó con inocencia.
—No—le dije con sarcasmo—. Obvio.
Se río de mi tono.
—Bueno, tú lo pediste—me advirtió.
”La verdad, Alice, es que…—titubeó con nerviosismo, algo extraño en él, al menos en el poco tiempo que llevaba de conocerlo—la verdad es que me gustas muchísimo.
No le creí. Lo miré arqueando una ceja.
—Aja…
—¿No me crees?—dijo con cara de sorpresa.
—¿Cómo voy a creer algo tan estúpido?—le pregunté con ironía, mientras seguía caminando a la parada del autobús.
Me miró confundido.
—¿Y por qué tendría que ser estúpido?—me preguntó mientras me seguía.
—Número uno: me acabas de conocer. Número dos: ¿por qué te fijarías en mi cuando hay miles de chicas en esta misma escuela que están mucho mejor que yo? Y número tres: ya sabes que a mí me gusta otra persona. Por esas razones es estúpido.
—OK, la  número uno quizá es razonable, pero las otras dos son estúpidas.
—Ninguna de mis razones es estúpida.
—La dos y la tres si lo son. La dos porque no he visto ninguna chica más hermosa que tú en toda mi vida—me ruboricé, pero conservé mi cara de enojo y seguí caminando—y la tres, porque aunque te guste otra persona, eso no me impide seguir intentando conquistarte.
—Pues de una vez te digo que estás perdiendo tu tiempo.
—Ya sé que no te gusto, pero eso no impide que te guste en un futuro—me dijo guiñándome un ojo.
—Te digo que pierdes tu tiempo precisamente por eso—le dije tranquilizándome, y tratando de ser comprensiva.
—¿A qué te refieres?—dijo repentinamente inseguro.
—Ya conociste a Alex ¿no?
Él asintió.
—Bueno, pues, el punto es que no podemos ser… me refiero a… tener una relación que no sea de amistad en un futuro porque yo solo estoy esperando a que él se deshaga de la zorra—dije entre dientes debido al enojo que me provocaba pensar en ella—para que él y yo, por fin, podamos estar juntos.
Martin me miró con tristeza. Me sentí mal por él, así que le di unas palmaditas en la espalda.
—No te preocupes, hay muchos peces en el mar.
—¿Entonces por qué tú te aferras a uno?—susurró.
Me separé de él y fruncí los labios. Tenía razón, pero no del todo.
—Es distinto…
—¿Cuál es la diferencia?—me dijo en voz suplicante.
—Que yo a Alex lo conozco desde hace dos años, y tú a mí desde hace dos días.
Se quedó pensando un momento y luego dijo:
—Si lo que quieres es tiempo, no te preocupes, que tengo tiempo de sobra.
Entonces me sonrió de nuevo. Yo lo ignoré y seguí caminando…
—¡Se te declaró!—gritó Rachel a través del teléfono.
—Sí, pero no lo grites, me lastimas el oído.
—Huy, perdón—dijo más bajito—. Bueno, y ¿qué piensas hacer al respecto?
—Pues tratar de desalentarlo, claro está.
—Espera, aún no lo desalientes del todo, preséntamelo antes y yo te digo si es o no buen partido—me dijo en tono entusiasta.
—Sabes que me digas lo que me digas, voy a hacer lo que a mí me parezca conveniente ¿verdad?
—Aún así…
Suspiré. De pronto escuché el sonido de una llamada entrante en el teléfono.
—Rachel, está entrando una llamada, hablamos luego ¿sí?
—Está bien, cuídate.
—Sí, igual.
Colgué y espere a que sonara de nuevo para poder contestar. Entonces vi y reconocí el número telefónico que indicaba el identificador de llamadas. Contesté.
—Hola—dije lo menos nerviosamente que pude.
—¿Alice?—preguntó esa voz tan familiar.
—Sí, soy yo.
—¡¿Quién es, cariño?!—escuché a mí mamá preguntar desde la planta baja.
—¡Es Alex!—le contesté.
—¡Ah, salúdalo de mi parte!
—¡Sí!—le grité a mi madre y luego me dirigí a Alex—Ya ¿Qué pasa? Por cierto, mamá te manda saludos.
—Gracias, salúdala de mi parte después.
—Claro. Dime… ¿a qué se debe tu llamada?
—Solo quería saludarte…
—Ya lo hiciste, y… ¿ahora?—le dije en tono bromista.
Rió bajito y después continuó.
—Bueno, el asunto es… No te enojes conmigo por ser paranoico ¿sí?
—Ya suéltalo, Alex…
Se hizo un silencio prolongado antes de que continuara.
—Bueno, es que últimamente—dijo lentamente, como si fuera un sermón—siento que me evitas.
Me descubrió.
—¿De dónde sacas eso?—le dije fingiendo una voz divertida.
—De que casi no te he visto. Yo pensé que, ahora que estas en mi escuela, estaríamos todo el tiempo juntos, como en los viejos tiempos—su voz se desvaneció mientras hablaba. Se me hizo un nudo en la garganta.
—Alex, siendo sincera, siento que si estuviera contigo como antes, Helen se pondría celosa. Recuerda que antes no tenías novia.
—Alice, respecto a eso no te preocupes, ella es muy comprensiva, además sabe lo mucho que te quiero y ella respeta eso.
Sí, claro que lo respeta… pensé con sarcasmo.
—Bueno, entonces ¿qué quieres hacer al respecto?
—Podrías desayunar conmigo, con tus amigas estas todo el día durante clases, yo no te veo para nada. ¿Puedes? Por favor…—me dijo en tono de súplica.
Suspiré.
—Alex…
—¿Por favor, por favor, por favor, por favor?
—OK—me rendí, no tenía sentido luchar, porque me iba a terminar convenciendo.
—Gracias, Al, eres la mejor.
—Claro…
—Nos vemos mañana.
—Sí, adiós.
Colgué el teléfono, me eché en la cama y me puse una almohada sobre la cara. ¿Qué hice? ¿Qué hice?

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